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LA MEDIDA DE LA MADUREZ
En esto me gozo, y me gozaré aún. (Filipenses 1:18)

Puede medirse la madurez espiritual de un creyente por lo que puede quitarle el gozo.
El gozo es un fruto de una vida guiada por el Espíritu (Gá. 5:22). Debemos
regocijarnos siempre (Fil. 4:4; 1 Ts. 5:16). En todas las circunstancias el Espíritu Santo
produce gozo, de modo que no debe haber ningún momento en el que no estemos
regocijándonos de alguna manera.
El cambio, la confusión, las pruebas, los ataques, los deseos insatisfechos, el conflicto y las
relaciones tirantes pueden quitarnos el equilibrio y despojarnos del gozo si no tenemos cuidado.
Entonces hemos de llorar como el salmista: “Vuélveme el gozo de tu salvación” (Sal. 51:12).
Jesús dijo: “En el mundo tendréis aflicción” (Jn. 16:33), y el apóstol Santiago dijo: “Tened por sumo
gozo cuando os halléis en diversas pruebas” (Stg. 1:2). Dios tiene su propósito en nuestras
aflicciones, pero nunca nos quita el gozo. A fin de mantener nuestro gozo debemos asumir la
perspectiva de Dios respecto a nuestras pruebas. Cuando nos rendimos a la obra de su Espíritu en
nuestra vida, no nos agobiarán nuestras dificultades.
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